Formar a mujeres precarias para que se conviertan en empresarias

Queridos Difteur-ses,

Os presentamos a Ivonne, una mujer de inmenso coraje que regenta una pequeña tienda-cafetería en su barrio.

En varias ocasiones, ha estado a punto de tirar la toalla. El difícil final de mes, los consejos de sus amigos y familiares para que cerrara la tienda... Pero Ivonne resistió. Y hoy, está orgullosa de su pequeño negocio, que aprecia cada día un poco más.

Cuando la conocimos, la contabilidad era su mayor reto. Se negaba a anotar sus gastos, por miedo a enfrentarse a la realidad. Así que nos tomamos el tiempo. La aseguramos, la acompañamos, la formamos. Repasamos las cifras con ella, semana tras semana, y poco a poco Ivonne fue recuperando la confianza. Un mes más tarde, su cuaderno estaba al día... ¡y en números negros!

Pero eso no fue todo: para ayudarla a atraer más clientes, también le propusimos un nuevo cartel para la fachada de su tienda. Y este nuevo soplo de vida se le notaba en los ojos.

Ivonne es esa persona generosa que te ofrece un pastel casero al final de cada cita. Esa sonrisa discreta pero sincera que te dice gracias sin mediar palabra.

Y es por mujeres como ella que nos implicamos, ¡también es gracias a vosotros que se hace posible! Gracias!

Queridos Difteur-ses,

Maria Inés tiene 46 años y vive en Lamas, un pueblo situado en lo alto de una colina en el norte de Perú. Nacida en el seno de la comunidad shipiba, creció en condiciones precarias, pero también con una valiosa herencia: el arte del bordado tradicional, transmitido por su madre.

Hoy cría sola a sus dos hijas. Desde su difícil separación, vive en un estado de gran inestabilidad. Su ex pareja sigue ejerciendo una forma de control sobre ella, tanto financiero como emocional. Para mantenerse a flote, María Inés ha empezado a confeccionar ropa bordada inspirada en su cultura. Pero a pesar de trabajar muchas horas, su negocio no era suficiente para mantenerse.

El apoyo prestado por los voluntarios de Impulso marcó un punto de inflexión. Juntos idearon productos nuevos y más accesibles, crearon un catálogo, imágenes profesionales, herramientas de comunicación, un presupuesto realista... Pero, sobre todo, pusieron en marcha con ella talleres de bordado Shipiba, que le permitieron compartir su cultura, sentirse valorada y generar ingresos adicionales al mismo tiempo.

Estos talleres también han sido una oportunidad para establecer vínculos con otras mujeres de la región, como Carmela, una modista de Tarapoto con la que ahora está desarrollando una nueva línea de accesorios.

Gradualmente, María Inés está recuperando su lugar, su fuerza y su orgullo. Este nuevo soplo de vida es el de una mujer que avanza, rodeada e inspirada por una red de solidaridad que da pleno sentido a la palabra "comunidad".